Muchas personas piensan que el peor enemigo del aprendizaje es la ignorancia. Pero esta tiene poco que ver con la falta de un deseo de aprender. Todos conocemos personas muy educadas y exitosas que no quieren escuchar las sugerencias, ideas u opiniones de otras. ¡Algunas creen que lo saben todo! Y por ello desarrollan una actitud de arrogancia, e incluso de soberbia.
Por ejemplo, una persona puede dirigir una empresa muy grande y exitosa y creer que no puede aprender de personas que dirigen empresas más pequeñas. Una que tenga un doctorado puede no ser receptiva a los comentarios de otros, ya que se considera la experta en su campo. Otra que tenga amplia experiencia en un determinado campo puede no querer escuchar las ideas de personas más jóvenes.
El problema es que no se dan cuenta del daño que se hacen a sí mismos; y en consecuencia a los demás.
La realidad es que nadie es demasiado viejo, listo, exitoso, experimentado o ilustrado como para no tener algo nuevo que aprender. Lo único que puede obstaculizar a una persona y su habilidad para aprender y mejorar, es una mala actitud.
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